Nunca valoré tanto sus abrazos como ese día en el que nos volvimos a encontrar

Tengo tres hijos a los que amo profundamente, Carolina de 10 años,  Malena de 8  y José Miguel de 12. Yo crecí en el campo pero de joven me tocó venir a la ciudad, aquí conocí a mi esposo y llevamos más de 15 años juntos. Ambos salimos a trabajar muy temprano cada día, desde niños lo hemos hecho y sabemos que el día que no se trabaja no se come.

Eso le habíamos enseñado a nuestros hijos, diariamente después de la escuela vendían frutas en las calles conmigo. Muchas veces no nos daba el tiempo ni de que se cambien los uniformes, me hubiese gustado que no estén en la calle, pero somos cinco en la casa y no nos alcanzaba el dinero a pesar de que su papá y yo trabajamos a diario. A mí me enseñaron a ayudar y yo quería que ellos aprendan lo mismo.

Mi esposo trabaja como maestro en construcción y llevaba a José Miguel para que le ayude. Ambos llegaban agotados a la casa todos los días.

 

 

Aún recuerdo el 15 de marzo como si fuese ayer, fue el día más triste de mi vida, la policía estaba haciendo un operativo para frenar la venta de drogas y creían que había una red que utilizaba niños (así nos explicaron después), y encontraron a mis niñas en la calle vendiendo frutas,  decidieron llevárselas para investigaciones y de inmediato las ingresaron a una casa de acogida. No paso mucho tiempo para que se lleven a José Miguel también, pero le asignaron una casa distinta a la de sus hermanas.

Mientras tanto, mi esposo y yo perdimos nuestra libertad durante 3 meses por presunta explotación laboral infantil, fueron los días más duros de nuestras vidas, jamás imaginamos estar en un lugar así, extrañábamos tanto a nuestros niños, sólo ansiábamos verlos de nuevo. Una vez que el juez dictaminó nuestra inocencia salimos a buscar a nuestros hijos, tuvimos que hacer muchos trámites para conseguir el permiso de visitarlos.

Después de 5 meses de estar sin contacto, pude abrazarlos de nuevo, escuchar sus voces diciendo -¡mamá! fue el mejor sonido que escuché en meses. Los abracé fuerte y les prometí que no les iba a dejar solos, que pronto íbamos a estar juntos de nuevo. Sé que Aldeas Infantiles solicitó cuidar de José Miguel para que como hermanos permanezcan unidos hasta nosotros obtener de nuevo la custodia, pero la medida no fue aprobada de forma inmediata por el juez y mis hijos estuvieron separados.

 

 

A los 38 días de ese encuentro, y con la ayuda de Aldeas Infantiles logramos que el juez dictamine que las niñas podían recibir nuestras visitas todos los fines de semana. Nuestro compromiso fue asistir a sus talleres “Reconstruyendo Vínculos”,  y recibir apoyo psicológico.

Después de cada visita mis niñas sonreían más y sus informes psicólogos reafirmaban que nuestro vínculo era sano, eso nos explicaba el personal que las cuidaba, se notaba que las querían y trataban bien.

Después de entender que mis hijos estaban en riesgo de muchas cosas por acompañarnos a trabajar, nos comprometimos a no llevarlos nunca más con nosotros y a buscar un lugar o familiar que les cuide después de la escuela.