septiembre 12 2016

Entrevista a Siddhartha Kaul, presidente de Aldeas Infantiles SOS



Justo después de recibir Premio Princesa de Asturias a la Concordia «por su contribución a la protección de los niños», el presidente de Aldeas Infantiles SOS, Siddhartha Kaul, recibe a ABC en su sede de la India.
 
Nacido en 1954 en Rajastán, Kaul es el tercer presidente que tiene esta ONG austriaca desde su fundación hace 67 años y, con una vida a caballo entre Europa y la India, conoce bien tanto la burocracia de los despachos como el trabajo sobre el terreno.
 
Lo primero, enhorabuena por el premio. ¿Cómo espera que ayude a su labor en España?
 
Espero con ilusión volver a España y agradecer este reconocimiento en persona porque nuestros amigos de allí han hecho un gran trabajo. España ha demostrado lo que se puede hacer en tiempos de crisis, ya que la gente se ha ayudado mutuamente para afrontar situaciones difíciles. Cuando empezamos allí en 1967, la ayuda de nuestra organización que recibía España procedía de otros países, pero ya es autosuficiente y se ha convertido en uno de nuestros diez primeros contribuyentes.
 
Todo ello a pesar de que, cuando estalló la crisis en 2008, España se vio muy afectada y nos dijeron que allí no iba a haber dinero para nuestros proyectos. Durante la crisis, pusimos en marcha programas especiales de recaudación de fondos en España para comprar libros y comida, lo que fue una especie de actuación de emergencia. España es hoy es, junto a Polonia y Corea del Sur, un ejemplo de autosuficiencia que queremos implantar en 2020 en 25 países, entre los que figuran China, India, Brasil y Argentina.
 
¿Cómo ha afectado la crisis económica a la solidaridad, y especialmente en países cuya clase media ha resultado muy castigada?

Durante tres o cuatro años después de la crisis sentimos el impacto, pero no tanto como yo pensaba porque hay un sentimiento generalizado de solidaridad. Si alguien lo pasa mal, piensa que hay gente a su alrededor que lo pasa peor y quiere ayudar. La decisión más importante que tomamos fue conservar las promesas que habíamos hecho y que ningún niño perdiera sus programas. Aunque perdimos fondos y nos estancamos durante algunos años, nos estabilizamos en 2012 y la situación empezó a mejorar el año pasado, especialmente en Europa Central y, sobre todo, en Alemania y Francia.
 
Tras el fundador de Aldeas Infantiles, Hermann Gmeiner y Helmut Kunt, usted llegó al cargo en 2012 y fue reelegido en junio. ¿Cuáles son sus objetivos?
 
Hay mucho trabajo por hacer. En todo el mundo hay 220 millones de niñosen riesgo de pobreza, exclusión social, guerra… Todos ellos necesitan ayuda y todo el mundo debe ayudar, desde los Gobiernos hasta las ONG. Nosotros estamos presentes en 134 países y, tras un proceso de consulta, tenemos una estrategia que es nuestro camino hacia 2020. Tenemos que aumentar nuestros programas para cuidar a más niños, contribuir más al fortalecimiento de las familias y desarrollar más programas educativos en Asia y África.
 
Para hacer todo esto debemos aumentar nuestros ingresos. Aparte del objetivo de reducir la pobreza, lo importante es coordinarse con otras organizaciones para no duplicar tareas.
 
La pobreza sigue estando muy extendida en la India. ¿Qué puede aportar a la organización con su experiencia y la de su padre como directores de una aldea infantil?
 
Lo más importante es proporcionar una buena educación. En algunas aldeas, los niños de nuestros programas son los primeros en leer y escribir. Sin educación, no se puede salir del ciclo de la pobreza. El problema es que todas nuestras sociedades excluyen a los que son diferentes, ya sea por el color de la piel, la religión o cualquier otro motivo.
 
Los niños son siempre los más vulnerables a la desgracia. A la pobreza, el hambre, la guerra y la falta de educación se suma ahora la emigración. ¿Cuáles son los principales peligros para ellos en el mundo del siglo XXI?
 
El mayor riesgo es no incluirlos en el desarrollo económico. Todos los países gastan mucho en defensa y armas y, cuando hay alguna crisis, lo primero que recortan es la salud y la educación. Afortunadamente, algunos países están dando un buen ejemplo, como los del norte y centro de Europa. Cuando hay una emergencia, los que más sufren son los niños y las mujeres.
 
¿Qué ha aprendido después de tantos años en este trabajo?

Que uno debe aprender a apreciar lo que tiene, lo que no es fácil hoy día porque todo el mundo quiere más. Le pregunto a mis amigos europeos de qué se quejan, ya que el 90 por ciento del mundo está peor que ellos, que son unos privilegiados. 
Fuente: ABC